El Marco Común Europeo de Referencia paras las
Lenguas (MCER) es un estándar europeo que sirve para determinar el nivel de
comprensión y expresión oral y escrita en una determinada lengua. En este
sentido, el MCER se compone de seis niveles para la organización del
aprendizaje de lenguas que se corresponden -aunque no exactamente- con la
división clásica de nivel básico, intermedio y avanzado. El MCER comenzó a
gestarse en 1991 y fue presentado diez años después, en un contexto en el que
se empezaba a entender a Europa como un espacio multilingüe cuyas fronteras
habían comenzado un proceso de desaparición gracias a la implantación de las
leyes de libre tránsito entre los estados miembro y la adopción de la moneda
común.
Los órganos principales del Consejo de Europa -una
organización de cooperación gubernamental- fueron los encargados de promover un
Nuevo Proyecto Educativo en el cual se concretó el MCER. El Marco Común de
Referencia para las Lenguas es un documento que proporciona una base para la
enseñanza-aprendizaje de las diferentes lenguas. Los objetivos de dicho
documento residen en el desarrollo de las competencias lingüísticas de los
hablantes por medio de la descripción de actividades comunicativas de la lengua
-donde se integran los niveles de referencia- que aportan todas aquellas
destrezas comunicativas y conocimientos necesarios para la correcta adquisición
de la lengua. Además, el MCER ofrece mayor movilidad y comunicación
internacional y un mejor acceso al aprendizaje, ya que se encuentra integrado
en todas las aulas. También, permite fomentar este tipo de enseñanza y
propiciar la cooperación a la vez que posibilita el acceso al reconocimiento de
certificados.
Con respecto a este último punto, sin embargo, es
conveniente hacer hincapié en el hecho de que el MCER no presenta en ningún
lugar que dichos certificados suponen un gasto. Este coste corre a cargo del
aprendiz, por lo que un alumno sin los medios económicos suficientes como para
gastarse 100 euros en un examen, no podrá adquirir en ningún momento el
documento necesario para certificar su nivel. Este hecho conlleva, por otra
parte, la inexistencia de los conocimientos de la lengua para cualquier empleo
al que se quiera acceder. Así, por ejemplo, todo el aprendizaje sobre un idioma
extranjero recibido en la educación obligatoria y postobligatoria no es
reconocido de ninguna forma en el ámbito laboral.
Por otra parte, el éxito del MCER reside en dos
ideas fundamentales. Así, por un lado, proporciona un referente general para la
enseñanza, aprendizaje y evaluación de idiomas, contando con la objetividad y
visión de conjunto que proporcionan los descriptores ilustrativos del marco y,
por otra parte, tiene en cuenta la necesidad de implementar un enfoque
orientado a la acción comunicativa, ya que considera las lenguas como un
instrumento de comunicación en el sentido extenso del vocablo. Por ello, el
MCER reconoce la importancia de combinar política educativa y didáctica, al
mismo tiempo que pone en el punto de mira la necesidad de contar con un marco
europeo en el que se puedan reconocer los esfuerzos llevados a cabo por los
distintos países en el campo de la enseñanza, aprendizaje y evaluación de
lenguas.
No obstante, el MCER no es un estándar infalible y
algunos de sus detractores han señalado que, pese a ser un método pensado para
no ser usado con lenguas propias o en alumnos menores de 16 años, muchas
instituciones lo usan como referente en estos contextos. Por lo que sería
necesario elaborar un marco más flexible que tuviese en cuenta distintos
enfoques, así como la enseñanza y aprendizaje de idiomas en las distintas
etapas de desarrollo en alumnos de diferentes edades.
Por otro lado, pese a las aspiraciones de la Unión
Europea de convertirse en un espacio plurilingüe, el MCER presta poca atención
a esta dimensión y pone en constante pugna la necesidad de contar con una
lengua franca (el inglés) y la de proteger y fomentar el conocimiento y uso de
las diferentes lenguas autóctonas. Además, muchos Estados que ya contaban con
exámenes de evaluación ampliamente aceptados –como el TOEFL y el IELTS en el
caso del inglés– no han visto la necesidad de cambiar a un marco de referencia
de niveles distinto.
En conclusión, el MCER proporciona las herramientas
necesarias para la valoración del grado de dominio lingüístico de cualquier
hablante a través de sus niveles de referencia. A pesar de los diferentes
hándicaps con los que cuenta –la hegemonía del inglés, el coste del examen que
da acceso a los certificados o la falta de reconocimiento del aprendizaje
lingüístico adquirido en la enseñanza media y postobligatoria– consideramos que
son mayores los beneficios que aporta que los elementos a mejorar, ya que el
hecho de que el marco cuente con un estándar europeo, su objetividad en los
descriptores o la referencia que supone para la adquisición de lenguas suple
cualquier pequeño atranco que pueda derivar de él.
Cintia Louro Búa
Marta González Porto
María Magdalena Quintana Díaz